Hoy el día empieza como cualquier otro, me levanto, desayuno, me visto después de asearme un poco y me voy a trabajar. Bajando en el ascensor llego a la calle. Son las 8:20h de la mañana, como es temprano refresca, aunque hace Sol. Prefiero irme sin chaqueta porque luego al mediodía hará calor. Estoy animada, me gusta empezar el día con una sonrisa, luego ya veremos como termina, de entrada he de ser positiva.
Cuando llegó al trabajo, voy a mi despacho, dejo la cartera y enciendo el ordenador. Es irónico, todas las personas de lunes a viernes, nos convertimos en autómatas, hacemos las mismas cosas y siempre a la misma hora. Estamos hablando de rutina, esa capacidad que tenemos de hacer exactamente las mismas cosas que el día anterior.
Después de encender el ordenador, lo siguiente que hago es poner los codos sobre la mesa y apoyar la cabeza sobre las palmas de las manos. Me quedo observando la pantalla, mientras esta hace pasar muy rápidamente las letras blancas que dicen, aunque no las leas, que está arrancando tu PC.
La puerta de mi despacho está entre abierta, y a veces mi jefe pasa por el pasillo, agarra la maneta con la mano y mete la cabeza entre el marco y la puerta, me mira y me caza totalmente hundida en la profundidad de mis pensamientos, después de unos segundos me dice,
- ¿Qué haces?
- Aquí. - Le contesto sin mirarle.
- Eso ya lo veo. - Me replica. - Y a parte de eso ¿Haces otra cosa?
- No. - Le respondo. - Se está encendiendo el equipo. Voy a sacar las cosas de mi cartera, pero he de anotar algo en el ordenador.
- Ah, pensaba que estabas esperando a que saliera un Alien de la pantalla. - Dice sonriendo. Y se queda mirando esperando a ser correspondido.
Le miro, le sonrío aceptando el comentario con una broma y le respondo,
- Bueno, si sale yo te aviso para que lo veas.
Vuelve a entornar la puerta y se va.
En el trabajo es todo igual, mi ordenador, mi teléfono, los clientes. Me gusta y no se me da mal. A media mañana bajo a despejar la mente y a tomar algo en el bar de siempre. El camarero me mira y me dice,
- ¿Lo mismo de siempre?
- Sí, gracias. - Le respondo.
Sentada con mis compañeros, nos reímos, contamos anécdotas. La verdad es que en veinte minutos de poco puedes hablar. Así entre unas cosas y otras, pasa una jornada laboral.
Cuando llegó al trabajo, voy a mi despacho, dejo la cartera y enciendo el ordenador. Es irónico, todas las personas de lunes a viernes, nos convertimos en autómatas, hacemos las mismas cosas y siempre a la misma hora. Estamos hablando de rutina, esa capacidad que tenemos de hacer exactamente las mismas cosas que el día anterior.
Después de encender el ordenador, lo siguiente que hago es poner los codos sobre la mesa y apoyar la cabeza sobre las palmas de las manos. Me quedo observando la pantalla, mientras esta hace pasar muy rápidamente las letras blancas que dicen, aunque no las leas, que está arrancando tu PC.
La puerta de mi despacho está entre abierta, y a veces mi jefe pasa por el pasillo, agarra la maneta con la mano y mete la cabeza entre el marco y la puerta, me mira y me caza totalmente hundida en la profundidad de mis pensamientos, después de unos segundos me dice,
- ¿Qué haces?
- Aquí. - Le contesto sin mirarle.
- Eso ya lo veo. - Me replica. - Y a parte de eso ¿Haces otra cosa?
- No. - Le respondo. - Se está encendiendo el equipo. Voy a sacar las cosas de mi cartera, pero he de anotar algo en el ordenador.
- Ah, pensaba que estabas esperando a que saliera un Alien de la pantalla. - Dice sonriendo. Y se queda mirando esperando a ser correspondido.
Le miro, le sonrío aceptando el comentario con una broma y le respondo,
- Bueno, si sale yo te aviso para que lo veas.
Vuelve a entornar la puerta y se va.
En el trabajo es todo igual, mi ordenador, mi teléfono, los clientes. Me gusta y no se me da mal. A media mañana bajo a despejar la mente y a tomar algo en el bar de siempre. El camarero me mira y me dice,
- ¿Lo mismo de siempre?
- Sí, gracias. - Le respondo.
Sentada con mis compañeros, nos reímos, contamos anécdotas. La verdad es que en veinte minutos de poco puedes hablar. Así entre unas cosas y otras, pasa una jornada laboral.
Erika muy buen texto me gustó leerte,
ResponderEliminarmuchismas greacias por invitarme, fue un regocijo leerte.
abrazos amiga y adelante con las exquisiteces salidas de tu mano.
SANTOAMOR
Tus rutinas, dulce Erika, tienen cierta frescura que las hace entrañables.
ResponderEliminarBello texto Erika, placer leerte.
ResponderEliminarUn abrazo Gus.
http://poemasdegustavotisocco.blogspot.com
Es verdad Erika, a veces parece que se repiten los días hasta tenemos los mismos temas para charlas, y decimos, esto ya no lo viví?.
ResponderEliminarCreo igual que alguna vez nos habías traído este relato, o no?.
Muy bueno Erika.
Gabriela Abeal.
ResponderEliminarCon el encanto y la frescura de siempre Erika, leer y pasar por aquí y recorrer tu espacio es un placer especial.
Verónica
¿acaso no son todos los días iguales apenas con pequeñas diferencias?
ResponderEliminarVolví a leerte y hoy me suena diferente, y por eso dejo otro mensaje.
Un abrazo