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13 agosto, 2007

La sonrisa de los demás




Si alguna vez descubres
un camino para llegar a mi,
si piensas como hacer para
que no te olvides del tiempo,
para que sientas la siembra
del sol en las mañanas.
Si has descubierto la importancia
de los sueños y los caminos
llenos de pasos de otros.
Tu estancia está cubierta
de las flores de la nostalgia,
miras desde tu pedestal sincero
el pasar de los días,
te ha tocado observar en la distancia
la sonrisa de los demás.

01 agosto, 2007

¿Te acuerdas?

¿Te acuerdas de las veces que íbamos a jugar al parque?. Era domingo y hacía Sol. Cruzábamos la carretera y llegábamos a la explanada verde en la que podíamos correr sin peligro. Llevábamos algo para jugar, a veces una pelota de plástico o la bicicleta de cuatro ruedas con la que poco a poco me enseñaste a montar. Otras veces íbamos sin juguetes y cogíamos flores y hacíamos coronas que luego nos poníamos en la cabeza. Era divertido y yo me lo pasaba muy bien a tú lado, fue una infancia feliz. Como era muy pequeña todavía no había empezado la escuela. Todas las mañanas te esperaba ansiosa asomada a la ventana, sabía que me llevarías a la calle, y cuando te veía aparecer sonreía. Venías andando por el final de la acera y paso a paso te ibas acercando, cuando llegabas a la portería yo bajaba las escaleras de un salto.
Un día no viniste, y yo no entendía porque, quería ir al parque con la bicicleta, porque le habías quitado una rueda y me tenías que enseñar a mantener el equilibrio encima de ese sillín negro. Le pregunte a mi padre;

- ¿Donde esta el yayo?
- Hoy no vendrá. - Me respondió.

Al día siguiente tampoco viniste, y al otro tampoco. El domingo de esa misma semana estuve en la casa, y le pregunte a mi abuela;

- ¿Donde está el yayo?
- Está durmiendo. - Me respondió.

Una gran sonrisa de oreja a oreja iluminó mi cara, y salí corriendo por el pasillo hasta tu habitación, cuando llegué no estabas, y la cama estaba bien hecha. Se me borró la sonrisa de golpe. Me acerqué a mi abuela y le hablé;

- Yaya, el yayo no está en la habitación. ¿Donde está durmiendo?
- En otro sitio. - Me respondió
- ¿Y podemos ir?. - Le pregunté.
- No cariño, no podemos. - Se lamentó.
- Ya se, ¿entonces no le veré más? - Le pregunté mirando al suelo.
Ella sólo dijo no.

No lloré, pero muchas veces me asomaba a la ventana y me quedaba mirando la calle por donde solías venir, no se, quizá esperando a que fuera un sueño.
Sí, todavía me acuerdo.